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miércoles, 29 de septiembre de 2010

Gustavo y los miedos.

"... No había manera de estar tranquilo. Los miedos no le dejaban en paz. Y día a día aumentaban. Eran tantos, que Gustavo temía que la tía Milagros pudiera verlos. Por ello, se encerró en su habitación largas horas, alejado de la mirada de la mujer. Protegido tras los cristales de la ventana, su única distracción esa mirar hacia afuera. Contemplaba el ir y venir de la gente, el andar de los coches, los juegos de los niños... De tanto en tanto suspiraba. Cierta tarde, fijó sus ojos en el árbol del jardín. En una de sus ramas se había posado un pájaro tan pequeño que ni siquiera sabía volas. Y eso era, precisamente, lo que intentaba aprender. extendía sus débiles alas y daba un saltito sobre la rama. Después miraba hacia abajo y se quedaba un momento quieto. Sin duda, impresionado por la altura. Pero al cabo de un rato, volvá a probarlo. Sentía enormes deseos de lanzarse a volar, pero el miedo lo frenaba. Por fin, el pájaro sacudió su plumaje sçcon aire decidido y... -No lo intentes, te haras daño!- murmuró Gustavo. Pero el pájaro, deseoso de correr tras la brisa, ahuecó las alas y se lanzó.  El primero fue un vuelo corto, duró apenas unos instantes. Rápidamente se posó sobre otra rama. Sin embargo, para él había sido una autentica hazaña. Lleno de alegría contempló el vacío con otros ojos. Sus alas ya no le parecían tan poquita cosa. Asi que, una vez recuperado de la impresión, volvió a surcar el aire. A cada nuevo intento, se hacía más esperto en el difícil arte de volar. Y la altura dejó de darle miedo. Gustavo, que no le perdía de vista murmuró con asombro: Ha vencido su miedo..."